sábado. 20.04.2024
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Gemma Maeso disfrutando de sus dos pasiones, la naturaleza y sus perro.

Te diría que sonríe como una niña. Tal vez porque lo es. Y es que Gemma Maeso se siente cómoda en ese refugio mágico que es la infancia. Un lugar único donde nadie juzga una sonrisa o la búsqueda de la felicidad. Felicidad que le devuelven sus recuerdos, los de infancia y adolescencia, los de Salas y su familia. Sus mejores momentos guardados en un alma inquieta siempre dispuesta de nuevo a volar. Gemma Maeso vino para cambiar el mundo y hacerlo más bonito un 3 de abril de 1971. Era la segunda niña del matrimonio formado por Antonio apodado el negro y Victoria. Juncal había sido la primera y después llegarían Víctor y Adrián, sus hermanos varones. Tuve una infancia maravillosa. El pueblo es un lugar ideal para crecer feliz. Pasábamos mucho tiempo jugando. A la comba, al escondite, al bote bote, a los chanflos, a los cascarrillos o a las carreras ciclistas. Además, recuerdo también aquel gran Colegio, el San José. Nos formamos en valores. Algo que hoy en día echo mucho de menos.

Es trágico y triste pensar que la naturaleza habla mientras el hombre no escucha decía Víctor Hugo. Una afirmación que Gemma ha llevado siempre impresa en el corazón. Y es que los animales y la naturaleza son actualmente dos de los motores más importantes de su vida. Es curioso porque de niña no tuve nunca contacto con los animales. Sin embargo, al llegar al instituto el Pucho me regaló un cachorro de Ludna, su pastora Vasca. Amís llegó a mi vida. Y lo hizo como un vendaval de felicidad. Sin embargo, al morir el duelo se hizo eterno y llegué a necesitar ayuda. Jamás he vuelto a tener un animal en propiedad. Por eso Facebook es hoy su ventana al mundo. Le permite denunciar el maltrato y el abandono al que se ven sometidos muchos animales en la actualidad.

A nivel profesional, el Turismo es su gran pasión. Gemma es Técnico de Empresas y Actividades Turísticas. Su primera gran oportunidad le llegó de la mano de Carlos Olalla, que abrió una franquicia de Alpinatur en Burgos. Después trabajaría también en Viajes Sol y Nieve. En 1995 la Diputación de Burgos hizo una selección de personal para el yacimiento romano de Colonia Clunia Sulpicia en Peñalba de Castro. Aquella experiencia marcó decisivamente mi vida profesional. Fue entonces cuando me di cuenta de que el turismo era realmente el campo profesional en el que era feliz. Por eso siempre he estado ligada directa o indirectamente a este sector. Hasta hace muy poquito he estado trabajando en el yacimiento romano de Clunia. Un lugar maravilloso que tiene una belleza y una magia muy especiales.

Y es que en el fondo Gemma es todavía una niña que le sonríe a las pequeñas cosas que tiene la vida. Esos pequeños rincones, con sus historias, con su pasado, con las huellas que dejó el hombre. Esos lugares ocultos a la vista de quien no quiere ver. Por eso Gemma se emociona al pensar en el lugar que le vio nacer y en su potencial turístico.  Necesitamos más implicación social y más unión. Sad Hill es un ejemplo maravilloso de cómo hacer bien las cosas. Yo creo en la zona. Con toda mi alma. Creo sinceramente que hay un gran potencial. Pero debemos trabajar unidos, como comarca. Y realmente creer en lo nuestro. Eso por encima de todo. Decirte que a nivel personal ahora mismo soy muy feliz.  He aprendido a sonreír incluso cuando las lágrimas se hacen eternas. Tengo una vida plena y muy equilibrada. Soy quién quiero ser. Y es que no olvidemos que la felicidad se alcanza cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía (Mahatma Gandhi).

El pueblo es el lugar ideal para crecer en valores y ser feliz