viernes. 19.04.2024
Fotopag27
Ricardo Díez Ausiin. Foto: G.M.

Te aseguro que un pájaro que se posa en un árbol nunca tiene miedo de que pueda romper la rama, porque su confianza no está en la rama, sino en sus propias alas. Por eso, cuando no sepas a dónde ir sigue siempre el perfume de un sueño. Y eso es lo que hizo Ricardo Díez Ausín, que nació un 2 de enero de 1976. Su madre, Leonor, supo desde el principio que había llegado al mundo un luchador nato con armadura de cristal. Y es que ya en sus primeros días de vida Ricardo parecía estar ausente de todo aquello que le rodeaba. El diagnóstico fue demoledor: su bebé tenía una enfermedad rara y desconocida llamada el síndrome de Marinesco-Sjögren. Una enfermedad que empezaría atacando a su cerebro para hacerle perder progresivamente la vista y la movilidad. Y así empezó mi maratón particular. Con cuatro necesitaba de mis amigas las muletas. Hasta los catorce estuve ingresado en el sanatorio marino de Gorliz, en Vizcaya. A pesar de todo, era un niño feliz. Me imaginaba ganando carreras de velocidad en las clases de gimnasia y me sentía un gran nadador cada vez que iba a la playa. Intentaba soñar y superarme cada día. Incluso jugaba al fútbol. ¡Imagínate! De esa temprana infancia recuerdo el cariño y las lecciones de la auxiliar Carmen Segura y también la maravillosa atención de Sor Magdalena y Sor Pilar. Eran mis ángeles entonces y lo siguen siendo en la confortabilidad del recuerdo.

En 1986, en plena adolescencia, Ricardo entra en Aspanias en Salas de los Infantes. Aquel primer año la institución abrió sus puertas a 25 personas llegadas de todos los pueblos de la sierra. Imagínate, tenía las hormonas desbocadas. Me gustaban las chicas, la música, el cine y sobre todo la libertad. Javi y Pedro, de Duruelo, terminaron entonces por ser mis mejores amigos. María José o Delfín no sólo fueron mis monitores, sino también dos grandes aliados en los peores momentos de mi batalla personal. Y ángel, el sacerdote, terminó por convertirse en mi apoyo en los peores momentos existenciales.

Porque nuestra mayor gloria no está en no caer nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos (Confucio). Y Ricardo siempre se ha levantado después de una caída. Tal vez por eso sea un tío que sonríe y lo hace constantemente. A veces tanto, que te contagia esa sonrisa y consigue que seas feliz. Y es que le gustan los pequeños momentos. Un buen café con amigos aderezado con algún que otro chiste picantillo. Hablar de su Madrid, equipo que lleva en el corazón y que le hace disfrutar como a un niño “chico”. Admite, aunque pocos lo saben, que de niño era fan incondicional de Maradona y del Barsa. Todo cambió cuando el astro argentino se fue al Nápoles. Por eso yo decidí enamorarme para toda la vida del mejor equipo del mundo, el Real Madrid.

Ricardo además es un tío conectado. A la vida, a sus amigos, a su pueblo, a su familia, a las cosas buenas, a los grandes momentos y también a sus recuerdos. A esos que a veces pinchan como las rosas y hacen daño. Internet es su vida y las redes sociales el vehículo de su pensamiento. Intercambia anécdotas, chistes y cosas graciosas. Sabe que la vida son dos días y por eso intenta disfrutar tres. Me flipa internet. Me conecto y es mi vida. Y sabes, me apasiona Luis Alberto Hernando. El gran campeón de carreras por montaña. Ha ganado varios títulos mundiales. ¡Y es mi amigo tío! ¡Mi amigo del pueblo! Sus piernas son mis piernas y sus éxitos también a veces forman parte de los míos.

Y es que Luis Alberto Hernando, considerado uno de los mejores deportistas de la historia en su modalidad, pasó muchos momentos de su infancia en Cubillo del Campo. Es el pueblo de mi madre. Me he criado allí desde pequeño, junto a los míos y muy cerca de la naturaleza y de la libertad. Y después, reflexionando, me he dado cuenta de que esa infancia libre es la que me ha permitido llegar a lo más alto deportivamente. Ricardo es un amigo de siempre y para mí un auténtico campeón. Su lucha me inspira un enorme respeto y admiración. Me quiere y le quiero. No hace falta decir más.

Y es que Ricardo sabe que de ningún laberinto se sale con llave ajena. Por eso siempre se posa en cualquier rama sin miedo a caer. Él confía en sus alas, en ese don especial que le permite sonreír a la vida y además hacerlo acompañado. De amigos, de hermanos, de besos y de abrazos. Porque sabe que es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó o renunciar a todos tus sueños porque uno de ellos no se realizó (El principito).

No renuncies a todos tus sueños sólo porque uno no se cumplió