El cuidado del monte debe ser una prioridad, y no una consecuencia de su explotación
Concebimos el monte como un gran espacio para usos diversos. Son las masas forestales un sumidero de CO2 capaz de transformar la contaminación en oxígeno, la suciedad y polución en un intenso chute de vida sana. A nadie escapa que nos va la vida en la conservación de este ingente privilegio natural. Mimarlo y tenerlo a punto es una de las tareas que todos tenemos encomendadas, cada uno en la medida de su implicación y responsabilidades.
En estas últimas décadas, y a quienes recorremos parajes y rincones del monte, nos da la sensación que este gran territorio arbolado está cada vez más deteriorado. Algunas instituciones ven en las masas forestales una fuente de riqueza. Parte de ellas lo conciben como un huerto de pinos, que se plantan,- o crecen a su albedrío-, crecen por sí solos,- pues escasean las labores de limpieza y clareo-, y, más pronto que tarde, hay que darles matarile. Es un argumento similar al que utilizan muchos aficionados taurinos para justificar la muerte de un animal en la plaza, pues ha sido criado para morir.
Integrantes de distintos colectivos denuncian el deterioro progresivo de los montes en la zona. No son gente que pase de vez en cuando entre pinos, robles o hayas. Son grupos pegados al terreno, que hacen del monte su casa, lugar para el esparcimiento y la práctica deportiva. Senderos y caminos desdibujados, maquinaria pesada que aniquila arroyos, señales e indicadores rotos o derribados, leñas secas y muertas que yacen en los parajes hasta su desintegración, talas indiscriminadas sin tener en cuenta sus múltiples aprovechamientos…Su denuncia nos acerca un panorama más desolador que reconfortable.
Lo fácil es buscar culpables en forma de ayuntamientos que no cuidan de los montes de su término. Que si la Junta de Castilla y León ha privatizado los trabajos selvícolas y gestiona mal estas masas forestales. Las asociaciones de la madera que si no se enteran de esta situación, y a veces son cómplices de estos desmanes. Las empresas forestales que sólo van al negocio y dejan, con sus máquinas pesadas, el monte como un erial…Lo difícil es discernir quién y en qué momento tiene responsabilidades directas sobre el estado de este monte, y cómo pueden revertir este problema.
Todos tenemos la culpa de lo que está ocurriendo en el entorno. Necesitamos implicarnos más. No me vale echar balones fuera, diciendo que esto no nos incumbe. Por una parte, hay que estar vigilantes y denunciar todo tipo de agresiones en estos terrenos. Debemos presionar para que se limpien caminos y veredas, se retiren las leñas y troncos de pinos ya talados. Hay que exigir a las empresas que dejen estos espacios tal y como se los encontraron antes de los trabajos, y se tiene que hacer ver a la administración pública que si no se gestiona sobre el terreno, los resultados no pueden ser los planificados. Todo menos llevarnos las manos a la cabeza pensando que deberíamos haberlo hecho, pues entonces ya no tendrá remedio y habremos conseguido lo que en principio queríamos erradicar.