Buscando el optimismo
Uno de estos cuentos era el de “Juana la Lista”. Juana la Lista era moza casadera. Un día su novio va a su casona donde vivirán una vez unidos en matrimonio a pedir relaciones formales a sus padres. La madre manda a la hija sacar vino del pellejo para obsequiar al pretendiente. Al bajar la escalera Juana la Lista centra su atención en un hacha colgada de una viga del techo. Hace sus razonamientos: Y si nos casamos, y tenemos un hijo, y le mandamos a por vino, y le cae el hacha…Lo mata, seguro que lo mata. Como la muchacha no regresa con el jarro de vino baja la madre y Juana le cuenta su pesadumbre. Las dos mujeres quedan paralizadas por el trágico devenir del hacha. Sale a su encuentro el padre. El mismo relato. Y lloran los tres su desgracia. Al final aparece el novio. ¿Qué pasa? Y ellos desahogan su congoja. ¿Con éstas andamos? dice el mozo. Sin pensarlo dos veces descolgó el hacha de su sitio y plantó a la novia: Ahí os quedáis.
Siempre subjetivamos la realidad. Es muy difícil despojarse de condicionantes modelados en los entresijos de nuestro estado emocional. Vemos la botella medio llena o medio vacía. Son los otoños y los inviernos de soles cortos muy propicios al desánimo. Nuestros sentimientos se derrumban al ver cómo se cierran las casas y las calles se llenan de silencios humanos. Sentados frente al televisor engullimos noticias nada alentadoras sobre guerras de lesa humanidad que violan todos los derechos fundamentales. Son ataques generalizados contra la población civil. Los que no vivimos estas situaciones extremas traemos al presente la negrura espesa de futuros siniestros, incluido nuestro pueblo, con toda suerte de premoniciones catastrofistas. Y nos llevamos a la cama el miedo al miedo de vivir.
Yo abro mi esperanza al optimismo para nuestra tierra. Somos la Naturaleza propicia al vivir y a disfrutar del ocio en paseos por parajes bellísimos. Existe una actitud social saludable en los bares, en los centros de mayores y en hoteles y casas rurales no saturados de personal. El Gobierno Central y los Autonómicos deberían promover fondos de inversión local para la realización de programas que dinamicen la vida de los pueblos y crear puestos de trabajo. Nuestras corporaciones municipales con visiones de futuro pueden concebir estrategias de desarrollo sostenible y promover algún puesto de trabajo. Y obtener el trozo del pastel de los fondos más saludable. Sé la réplica. La sé. Mi relato es como la propuesta engañosa del “Canto de las Sirenas” de Ulises: Pura entelequia. En los núcleos rurales donde nos conocemos todos, cada uno percibe su particular toque de campana. Modelar su tañido para cada oreja es una utopía. Hace falta inteligencia política y desdeñar condicionantes que paralizan las decisiones. Para eso. Para que no se nos escape “el novio” como a Juana la Lista.
Guadalupe Fernández de la Cuesta