Los buenos deseos

Hace unos días encendí la radio sin referencia de cadenas ni programas. Por distraer la mente. De pronto escuché una información casi surrealista. Era por la mañana en la Cadena SER. Hablaban de un pueblo de Soria, La Cuenca, a unos veinte kilómetros de la capital y con muy pocos habitantes.

 

 Mi sorpresa llegó cuando escuché una entrevista sorprendente. Se trababa de Juan Carlos Iragorri, periodista de radio, prensa y televisión y galardonado con varios premios nacionales e internacionales. Resulta que ha establecido su residencia en ese pueblo. Desde allí hace su trabajo como corresponsal del afamado periódico The Washington Post, el más antiguo de la capital de Estados Unidos. Este periodista entrevistado habla de la población envejecida de los pueblos; del nulo interés de las instituciones por la escasez de votos; de los problemas de comunicación por carreteras maltrechas; de una atención sanitaria debilitada, y de un acceso a Internet deficitario para una comunicación imprescindible con su periódico y que subsana con otros medios. Asegura su deseo de vivir en medio de la Naturaleza y argumenta los motivos para elegir su residencia en un pueblo, entre otros, el sosiego y la salud.

            Este hallazgo tan satisfactorio lo viví cuando ya finalizaba la entrevista. La vital experiencia de este periodista, me abriga la esperanza de un cambio de estrategia en el gobierno de los pueblos. Existe un nulo interés por adoptar soluciones tecnológicas y demás herramientas para una comunicación sostenida y segura. Esta situación, se escribirá en los libros de historia como el principal problema para la repoblación rural. En nuestra comarca de pinares se debe dirimir la responsabilidad de los ayuntamientos en la gestión de planes innovadores que impiden un aumento poblacional. No se pueden declinar responsabilidades: “No hay nada que hacer”, se dice. Pero hay ayuntamientos que apuestan por proyectos originales; por ayudas a emprendedores; por la impronta de un turismo rural novedoso… Otros ayuntamientos, sin embargo, optan por obedecer las normas dadas en nidos de papeles y legalidades como único asunto de responsabilidad gestora. En esta pandemia hemos aprendido nuevos hábitos de comportamiento saludable. No todos han superado la prueba de convivencia, es verdad. Por esta razón, nos llegan mensajes abundantes de paliar el turismo masivo de las playas y optar por un turismo rural. Vemos la presencia de autocaravanas haciendo  viajes por los lugares donde sea posible su aprovisionamiento básico de luz,  agua e Internet. Vemos a posibles autónomos en iniciativas agrícolas o ganaderas para huir de la ciudad contaminada. Vemos a gente mayor necesitada y dispuesta a pagar su asistencia social en su casa… Lo razonable es evitar el vacío rural con soluciones ingeniosas y satisfactorias que puedan encauzar trabajos con las nuevas innovaciones en el campo de la tecnología u otras formas de vida saludable. Este corresponsal del Washington Post nos está haciendo la mejor publicidad. La peor de todas las actitudes es la indiferencia; el no saber escuchar nuevas innovaciones; el instalarse en la rutina del quehacer legal, y el miedo al fracaso. Mi sueño y mi esperanza se tejen con el fututo próspero de nuestra tierra.            

           

            Guadalupe Fernández de la Cuesta