Vivir en los pueblos
Se acabó el verano para la vida de los pueblos. La gente se va. Es como la salida de los rebaños trashumantes hacia la Extremadura dejando sus últimos balidos en el aire de los montes serranos
El vacío se instala entre toda la masa forestal que acoge en sus brazos a las casas con sus puertas cerradas a la vida de sus moradores. En el momento que escribo estas palabras oteo un horizonte de cumbres desdibujadas por masas de nieblas que auguran bajadas de una temperatura inusual en este verano. No es necesario ningún preámbulo para demostrar que nuestra Naturaleza, la que nos da la vida, está sufriendo ahora los azotes de una contaminación exhaustiva de gases de efecto invernadero que calienta el mundo más rápidamente que en cualquier otro momento de la historia. Nuestros pinos absorben el dióxido de carbono que es la sustancia que más contamina a la superficie terrestre. Los científicos nos auguran que este gas nos puede producir, además de los síntomas físicos como mareos, dolor de cabeza, convulsiones, etc. algunos deterioros básicos en nuestra función cerebral, que ya es decir. Nuestros pinares, igual que en otros montes boscosos de diferentes árboles y plantas, emiten oxígeno y absorben dióxido de carbono purificando el aire. Somos los pulmones de las ciudades y de otros lugares contaminados a los que les damos aire para poder respirar. Bien es cierto que nos encontramos en situación enfermiza por falta de cuidados. Somos herramientas esenciales en los esfuerzos del cuidado de nuestro mundo. Pero estamos olvidados. La Naturaleza nos da la vida, pero la debemos proteger. Esta atención no es viable desde los despachos lejanos con dispositivos electrónicos y papeles enrollados. Los diferentes parajes se pisan y se avistan los diferentes abusos próximos o lejanos hechos en los montes. O reactivamos la vida en el campo, en los pueblos vacíos, o tendremos un futuro bastante complicado.
Cierto que la vida rural olvidada no ofrece aliento de vivir porque no se atiende a los derechos más fundamentales: sanidad, educación, servicios públicos y sociales. Para los mayores, la prioridad es la salud. Y para aquellos jóvenes que decidan dar un cambio a sus vidas, no hay trabajos donde acudir, a no ser el “Teletrabajo”. Hablo mucho de mi pueblo con mis amigos urbanitas. No tiene comparación, me dicen. En la ciudad tienes centros comerciales, avenidas y calles llenas de tiendas, bares y restaurantes. Tienes hospitales y todo tipo de servicios públicos y privados. En mi oposición les expongo cómo están las calles atestadas de coches, de humos, de ruidos, de contaminación, de gentes… No soy asocial, ni desprecio las normas de comportamiento amistoso. Pero sí me inquietan, y mucho, las aglomeraciones de gentes. Creo que, cada vez más y con más ímpetu, la gente joven desea instalarse en los pueblos. La vida es mucho más que las competencias en oficinas, empresas, comercios… Ir al pueblo ya no es la opción de los pobres. Es la opción de gente en busca de un trabajo y de la atención a sus derechos fundamentales. La Naturaleza no es un lugar para ver. Es el hogar.
Guadalupe Fernández de la Cuesta.