viernes. 29.03.2024
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Corría el año 1941 cuando en un mes de septiembre se inauguraba el pantano de La Cuerda del Pozo, tras cerca de veinte años de trabajos y obras desde que se aprobara su construcción sentenciando a desaparecer a un pueblo y obligando a sus habitantes a dejarlo todo para comenzar una vida nueva en otro lugar. Se trata de La Muedra, un municipio pinariego que quedó sumergido bajo las aguas, pero del cual sus recuerdos han permanecido vivos a pesar del paso del tiempo.

Se condenó a desaparecer a este pueblo, y con él, lugares como la escuela mixta, el juego de pelota, la tienda del tío ‘perrillas’, el molino del tío ‘fariñas’, la ermita... pero sobrevivieron la torre y el campanario de la iglesia parroquial, que estaba dedicada a San Antonio Abad. Ambos símbolos se niegan a desaparecer y todavía pueden apreciarse en todo su esplendor cuando bajan las aguas. Una ruta que se ha convertido en uno de los mayores reclamos turísticos en Vinuesa y que supone para el visitante un verdadero viaje al pasado.

Junto a la iglesia y la Casa del Concejo estaba la plaza, donde se situaban un rollo de piedra y cruz en lo alto y un olmo plantado en 1639 del que todavía perduran sus raíces. Junto a él, un banco circular de piedra, testigo de todos los actos y celebraciones, sobre todo la del 5 de febrero, día de Santa Águeda, fiesta local.

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EL MAESTRO, EL ÚLTIMO EN IRSE

Los últimos testimonios de vecinos de La Muedra cuentan que casi hasta casi el final de las obras de la construcción del pantano hubo gente en el pueblo, aunque muy poca. Además se dice que uno de los últimos que abandonó el lugar fue el maestro. “Nosotros nos marchamos algunos años antes de que se inaugurara el pantano, como por 1935 o así. Yo tenía cinco años y recuerdo estar en Vinuesa y bajar años después muchas tardes a La Muedra, a casa de mi abuelo Manuel Rodrigo Hervás, que aún vivía allí. Fue alcalde del pueblo, pero al final tuvo que irse como todos”, explica Vicente Nieto que a sus 90 años recuerda todavía hoy como con tan solo cinco abandonó este pueblo con su familia para instalarse en Vinuesa donde ha pasado el resto su vida, “hasta casi el final de las obras hubo gente. Se cuenta que uno de los últimos que abandonó el lugar fue el maestro del pueblo”, añade.

La Muedra contaba por aquel entonces con 217 habitantes en el año en el que se aprobó la construcción del pantano y como consecuencia de la llegada de trabajadores para las obras, creció en población hasta llegar a los 341 habitantes censados en 1931, 176 hombres y 174 mujeres. El 30 de septiembre del año 1936, los 30 vecinos que quedaban inician su partida. Los modraños y modrañas eligieron las localidades cercanas como Abejar, Cabrejas, Vinuesa o incluso El Burgo de Osma para comenzar una nueva vida. Lo cierto es que a los habitantes de La Muedra se les ofreció hacer otro pueblo en Pinar Grande, pero lo rechazaron.

AGRICULTURA Y GANADERÍA

La Muedra tenía unas 50 casas y eran viviendas de piedra y casi todas de una planta. Eran humildes, pero todas contaban con la majada para guardar las ovejas y un huerto. La gente vivía de la agricultura y la ganadería. También había una ferrería ‘La Numantina’ y cuya chimenea de 25 metros de altura se derrumbó hace 20 años. La ferrería la puso en marcha en el XIX un indiano, donde antes hubo una papelera. La fábrica estaba cerrada cuando se aprobó el pantano.

SALVAR EL CEMENTERIO

El cementerio es otro de los símbolos que aún perdura intacto. En 1927 se trasladó el cementerio fuera de la localidad, a una cota más alta que quedaba fuera del nivel de las aguas. En octubre de 2018 comenzó una campaña de recogida de firmas para pedir de forma cordial al Ayuntamiento de Vinuesa que arreglase el cementerio de La Muedra consiguiendo en torno a dos mil rúbricas. Por el momento no se ha hecho nada, aunque sí hay un proyecto para ello en el que se contempla la restauración de varios muros perimetrales que están cayéndose. Además, aún por definir muchos matices, está la creación de un memorial en el propio cementerio y la creación de un libro. Pero se los detalles se sabrán más adelante. 

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EL MAYOR COLECCIONISTA

Pedro Delgado es natural de Molinos de Duero, aunque está afincado desde hace muchos años en Navaleno. Es coleccionista de objetos antiguos desde hace más de tres décadas y vive con verdadera pasión su afición, consiguiendo que cada persona que visita sus museos realice un interesantísimo viaje al pasado de los pueblos. Una de las exposiciones con más éxito de estos últimos años fue la que realizó en Molinos sobre La Muedra, una muestra por la que pasaron unas 10.000 personas en la Casa de Cultura. Tras el éxito, se quedó como exposición permanente y todo aquel que se acerque hasta este lugar todavía puede apreciar muchas de las fotos y recuerdos de La Muedra.

El motivo por el cual este pinariego conoce tan bien la historia de La Muedra y posee tantos objetos con siglos de historia es porque él mismo desciende de este pueblo. Sus abuelos y su madre, Elena Martínez, tuvieron que abandonar La Muedra. Explica la propia Elena, a sus 88 años, que su madre era de La Muedra y al casarse con su padre se fue a vivir a Molinos de Duero, donde tuvieron cinco hijos. “Yo era la pequeña e íbamos mucho al pueblo porque mis abuelos vivieron allí hasta 1935. Después, mi abuela murió a los pocos años de dejar La Muedra y mi abuelo ya nunca volvió a ser el mismo”, explica recordando con tristeza aquellos años.

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RECLAMO TURÍSTICO

El pantano obligó a desaparecer a un pueblo, pero supuso una infraestructura en la cabecera del Duero imprescindible para toda la provincia de Soria y, con el tiempo, se ha convertido en un lugar de claro atractivo turístico que es aprovechado por numerosos pueblos que lo rodean. Uno de los lugares más destacados es ‘El Naútico’ en la carretera de Cidones a Vinuesa, y desde donde uno puede practicar vela, además de disfrutar de la gastronomía pinariega. Allí se vive además la única romería náutica de la provincia, la romería de la Virgen del Carmen en 21 de julio, donde se llega con las embarcaciones hasta la torre de La Muedra.

La Muedra, una historia apasionante en pleno corazón de Pinares