Creo que hoy nos vamos de excursión. ¡Me encanta cuando salimos todos! Es tan divertido… Salimos del piso y puedo correr sin que me regañen, ladrar sin que me pidan que me calle… los niños me tiran palos para que vaya a buscarlo y luego se ríen cuando se lo acerco y me hacen cosquillas. A veces me dan una chuche, saben que me encantan.
Desde que son tres niños y no dos, como antes, ya no salimos tanto, y cada vez que hago un pequeño ruido, todos me riñen. Parece que el bebé se despierta enseguida, y no me dejan acercarme, cuando yo solo quiero estar con él y protegerle.
El coche va muy rápido por la carretera. Nunca habíamos venido por aquí, debe ser un sitio nuevo. Veo mucho campo, aunque apenas me dejan sitio para moverme porque todo el espacio que había atrás está ocupado. Vaya, necesitamos un coche más grande.
Por fin nos detenemos. ¡Qué ganas de estirar las patas! Me han abierto la puerta y he salido corriendo, voy a buscar un palo para que los peques me lo tiren.
Veo que el coche se aleja, quizá no se han dado cuenta de que estoy aquí abajo. ¡Esperad! ¡Tengo que subir yo también! ¡Eeeeh!
Han pasado muchos días y mi familia no ha vuelto. He comido algunas hierbas que había por aquí. Como el otro día llovió, también había charcos para beber agua. Echo de menos el calor de mi manta, las chuches que me daban. ¿Por qué no vuelven?
Hoy ha llegado paseando una familia y se ha acercado hasta mi escondite. Me han traído algo de comer y agua limpia. ¡Qué rico estaba todo! Para darles las gracias, he salido de debajo de mi árbol y les he acercado un palo para jugar. Enseguida me han abrazado, y me han subido a su coche.
Me han lavado, vacunado, y dado de comer. Me han puesto una mantita cerca de la chimenea y se está de maravilla. No entiendo qué hice mal la otra vez, pero prometo portarme siempre bien para que mi nueva familia nunca deje de estar orgullosa de mí.
