El Tren Santander Mediterráneo y el paquete de las galletas

ESTACION DE SALAS DE LOS INFANTES
Les voy a contar una historia entrañable disfrazada con una preciosa moraleja y barnizada con una interesante reflexión. Año 1974. Estación del tren de Burgos. María, que quería viajar hasta la ciudad milenaria de Salas de los Infantes se enteró en taquilla que su tren iba a retrasarse al menos una hora.  Contrariada y molesta como un niño sin su helado, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua que le ayudara a sobrellevar el calor. Buscó un banco y se sentó simplemente a esperar. Mientras ojeaba con curiosidad la revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer el periódico. Sin decir una sola palabra, estiró la mano, cogió el paquete de galletas, lo abrió y comenzó a comer. María se molestó: no quería ser ruda o grosera pero tampoco iba a permitir que un extraño se comiera su comida. Así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la comió mirando al joven con enojo y un enorme enfado. El joven, sin embargo, tranquilo, respondió cogiendo otra galleta; y sonriéndole a la señora, se la comió. María no daba crédito y muy furiosa volvió a coger otra galleta y con enormes muestras de enojo se la comió mirando al joven fijamente. Y así el diálogo de miradas de fastidio y de sonrisas se mantuvo mientras ambos iban comiéndose el resto de las galletas. María estaba cada vez más irritada y enojada mientras el joven permanecía tranquilo, sereno y sonriente. Al final, María se dio cuenta de sólo había quedado una galleta. Así que, con paciencia, el joven la cogió entre sus manos y la partió en dos. Después, con un gesto amable y conciliador le dio la mitad a su compañera de almuerzo. ¡Gracias!- respondió, arrebatándole la galleta. Finalmente, el tren con destino a Salas de los Infantes llegó a la estación. La señora se levantó furiosa y subió al vagón. Desde la ventana pudo ver que el joven continuaba sentado en el andén y pensó: que niñato más insolente y maleducado. ¡Que va a ser de este mundo en manos de una generación tan egoísta, grosera y mal educada!. Mientras el tren comenzaba a rodar María sintió mucha sed por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó estupefacta cuando se dio cuenta de que allí también estaba su paquete de galletas intacto. Era increíble, pero aquel joven sonriente y supuestamente tan mal educado había estado compartiendo desde el principio su paquete de galletas con ella. Apesadumbrada y avergonzada, María quiso a toda costa regresar y hablar con él y disculparse pero el tren ya había partido. Moraleja: jamás juzgues a alguien por las apariencias o por una primera impresión. Seguramente será un juicio equivocado del que podrías arrepentirte toda la vida.
 
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