Nuevo rumbo en la vida

En la orografía que me rodea están impresas las historias de mis antepasados que se han inoculado en mis genes como un aditivo más en mi desarrollo empírico y emocional.

 

Este interés por conocer la Historia, (con mayúscula) me lleva a inquirir otros conocimientos sobre el deambular de los humanos, no sólo en nuestra tierra de pinares, sino más allá de nuestras fronteras, desde sus ancestros prehistóricos. Tengo entre mis manos uno de los libros que más me están impactando en cuanto a su repaso de la peripecia humana desde la aparición del “Homo sapiens” en el África oriental, su revolución cognitiva y todas sus etapas evolutivas, hasta llegar a nuestro presente histórico. El autor, Yuval Nohah Harari nos cuenta la historia de la humanidad a través de sus grandes descubrimientos históricos que han ido modelando nuestra personalidad y nuestro modo de vida actual. Nuestro presente se instala en el desarrollo científico, tecnológico, informático, y otros hallazgos instalados en el árbol del saber que nos deslumbran cada día de nuestra existencia, sobre todo a los mayores. Nos podemos imaginar, porque así nos lo cuentan los hechos históricos, que un hombre se hubiera quedado dormido en nuestras tierras, por circunstancias anómalas, en el año 1000 de nuestra era y hubiera despertado el año que Colón descubrió América, en el año 1492. Sus circunstancias sociales y su entorno orográfico le resultarían familiares. Aún no habían acontecido las sorprendentes revoluciones científicas  que nos llevan por otros derroteros.

 Ahora, no hay que alejarse tanto en el tiempo para descubrir la disparidad existente en una sola generación: la nuestra. Hemos caminado en el deambular de nuestra existencia sin mucha variedad con las de nuestros antecesores. No hace falta hacer un repaso exhaustivo de la vida de nuestros pueblos para descubrir que nuestros padres y vecinos han hecho de las tierras, el ganado ovino y la madera el sustento primordial de sus vidas. Y nosotros, siendo niños, acudíamos a la escuela con pizarra y pizarrín como método escolar de aprendizaje. Y poco más. Sin dudar, podemos reproducir en nuestra imaginación a ese hombre que se duerme en circunstancias extrañas, como en el año mil, pero ese acontecimiento sucede hace unos cien años. Y no dura cinco siglos. Este hombre, contemporáneo nuestro, despierta en nuestro presente como si saliera de una siesta soporífera. Y ocurre en una ciudad. Observando su realidad circundante descubre un mundo tecnológico e informático más allá de toda su comprensión. No puede digerir el lenguaje ni el deambular de los humanos con esas pantallas en las manos donde se mueve el mundo. Ni esas aglomeraciones urbanitas asentadas en unas torres agrupadas como haces de trigo en las hacinas. Ni la contaminación que cubre el cielo. Su despertar se aviva con la presencia real de un virus, al que no ve, pero enferma y mata a los humanos. Este “coronavirus” producirá un nuevo rumbo en la existencia de los “sapiens”. Se pueden instalar las nuevas tecnologías en el mundo rural para contribuir al desarrollo económico y potenciar una vida más sana y un ambiente climático sostenible.  Quiero despertar a esta realidad. ¿Será posible?