jueves. 28.03.2024
plaza-toros-elburgodeosma
Plaza de toros de El Burgo de Osma.

Castilla y León fue la cuarta autonomía que más campos de concentración albergó durante la dictadora franquista, hasta un total de 24 y solo superada por los 52 de Andalucía y los 41 de la Omunidad Valenciana y los 38 de Castilla-La Mancha. Además, los recintos más longevos y más importantes del franquismo estuvieron instalados en esta autonomía. Así se desprende del libro ‘Los campos de concentración de Franco’, que su autor, Carlos Hernández de Miguel, presentará mañana miércoles a partir de las 19.30 horas en el Salón de Grados de la Facultad de Derecho de la Universidad de Valladolid en un acto organizado por la Fundación Jesús Pereda de CCOO.

Las provincias de Burgos, León y Soria son las que más campos de concentración acumularon, con cinco en el primer caso y cuatro en los otros dos. En Burgos, Hernández de Miguel documenta la existencia de los de la capital, Aranda de Duero, Castrillo del Val, Lerma y Miranda de Ebro. En León, los de Astorga (cuartel de Santocildes y la Pajera de Carro), León (complejo concentracionario formado por los campos de San Marcos, Santa Ana, Hospicio y Colegio Ponce), Santa Martas y Valencia de Don Juan. Y en Soria los de El Burgo de Osma (seminario de Santo Domingo de Guzmán y plaza de toros), Medinaceli, monasterio de Santa María de Huerta y Soria (convento/cuartel de Santa Clara).

En el caso de Valladolid, fueron tres los existentes: los de monasterio de la Santa Espina, Medina de Rioseco (Paneras de Galindo y finca Villagodio) y Valbuena de Duero. Este último estuvo ubicado en el monasterio de Santa María, tenía capacidad para 3.500 prisioneros y operó, al menos, durante los meses de abril y mayo de 1939.

Mayor importancia y duración tuvieron los otros dos campos vallisoletanos. En el del monasterio de la Santa Espina llegaron a hacinarse más de 4.300 hombres, aunque su capacidad oficial era de apenas 600 prisioneros. Estuvo en funcionamiento entre agosto de 1937 y noviembre de 1939. Por último, el que las autoridades franquistas abrieron en Medina de Rioseco estuvo operativo entre agosto 1937 y, al menos, mayo de 1939. Los prisioneros de este campo fueron distribuidos en tres edificios: la antigua fundición La Rosario (que dejó de utilizarse muy pronto), las Paneras de Galindo y la finca Villagodio. Más de 4.000 prisioneros llegaron a concentrarse en este campo, a pesar de que los propios militares franquistas habían recomendado albergar, como máximo, a 750 hombres debido a las pésimas condiciones del recinto.

En cuanto al resto de provincias, el libro recoge la existencia de campos de concentración en Arévalo (Ávila); en Palencia (en Viñalta, en las Escuelas Berruguete y en el Manicomio Viejo); en la provincia de Salamanca en Ciudad Rodrigo (Monasterio de la Caridad) y Salamanca (Grupo Escolar Francisco de Vitoria); en la provincia de Segovia en Armuña y Cerezo de Abajo; y en la provincia de Zamora en Toro (Asilo de la Marquesa de Valparaíso y hospitales de la Convalecencia y de la Cruz) y Zamora (antiguo cuartel de Infantería).

En base a la documentación analizada, el autor estima que pasaron por los campos de concentración franquistas entre 700.000 y un millón de españoles. El ejército sublevado y la posterior dictadura utilizaron todo tipo de recintos para habilitar estos lugares de exterminio, torturas y reclusión. Miles de espectadores asisten hoy en día a festejos taurinos y a todo tipo de espectáculos en plazas de toros que, en su día, fueron testigo del sufrimiento, el hambre, las torturas y la muerte de miles de prisioneros. Lo mismo ocurre con recintos deportivos, hoy reconstruidos, como el estadio del Viejo Chamartín en el que jugaba el Real Madrid, el campo del Puente de Vallecas también en la capital de España, los Campos de Sports de El Sardinero en Santander o el Stadium Gal del Real Irún.

 
 

Castilla y León albergó 24 campos de concentración durante el franquismo, según el...