viernes. 29.03.2024

¡Qué fue de aquellos oficios olvidados¡, por Vicente Vivancos Ausín

El sábado 20 de abril se presenta un nuevo libro de Vicente Vivancos Ausin sobre  Huerta de Rey. Esta vez toca hablar de los oficios olvidados, muchos ya perdidos, que tanta prosperidad dio al pueblo.

 

Hasta la industrialización de nuestra sociedad la mano del artesano era el creador de los útiles y herramientas que hacían la vida más fácil a los demás. Desde los primeros tiempos cuando las pieles se usaron como primera vestimenta, o los primeros labradores de las piedras para convertirlas en hachas o raederas,  o la fabricación de los primitivos morteros o muelas de mano para moler los cereales, o la manipulación del hierro desde los primeros tiempos para todo tipo de usos, todo lo realizaba el artesano con sus manos y hasta no hace muchos años, en los pueblos, hemos visto alguno de ellos en alguna de las múltiples facetas de la artesanía.

Hoy en día, que la mayoría de los oficios artesanos han desaparecido o están a punto de desaparecer, algunos persisten de forma testimonial, y es bueno prestar atención a tiempos pasados para conocer nuestro presente.

Muchos de estos oficios olvidados son el germen de las profesiones que vemos hoy en día, herreros, alpargateros, son los antepasados de la industria de metal y textil de ahora, y así con numerosos oficios,  que antes de llegar la tecnología, nuestros antepasados realizaban de manera cotidiana en su forma de vida. Lo poco valorado que están estos oficios tradicionales, necesitan de un esfuerzo para recordar, porque forma parte de nuestro patrimonio y la memoria arquitectónica, no olvidemos los lagares de cera o de vino, los edificios de la fragua, los potros de herrar, los molinos harineros, los batanes, y así con numerosos ingenios que nuestros abuelos construyeron. Recordar y recuperar nos hace saber de donde venimos.

Estos artesanos contribuían de forma eficiente en las economías locales y no es de extrañar que desde la Edad Media se agrupasen en gremios y cofradías con sus reglamentos y celebraban a su santo patrón. Pero estos grandes gremios tuvieron su declive con el invento de la máquina de vapor en 1819 y el proceso de industrialización de la sociedad. A partir de esa fecha ya solo quedarían esos pequeños artesanos solitarios, con un pequeño taller familiar, que había pasado de padres a hijos y posteriormente a los sucesivos descendientes. En la sociedad española el fin de esos artesanos llegó allá por los años 70 del siglo XX, cuando se empezó con la Concentración Parcelaría y los tractores interrumpieron en los campos y los  motores mecanizaron todo. Ya no se necesitaba al carretero, ni al arriero, ni al guarnicionero que “vestía los animales”, ni al molino movido por las aguas para sacar la harina, ni al herrero ni al herrador, ni tantos otros oficios que hasta ese momento suponía la economía familiar en nuestros pueblos y que giraban en torno a la vida rural del campo y su laboreo.

Un factor fundamental en el oficio de los artesanos es la tradición familiar, el paso de padres a hijos.

En este trabajo he intentado recuperar para nuestra memoria los antiguos oficios de estos artesanos que realizaban en el pueblo pinariego de Huerta de Rey pero que se puede extrapolar a  prácticamente  toda la provincia de Burgos, excepto aquellos oficios que se desarrollan en función del entorno, como por ejemplo los resineros.  El énfasis lo pongo en los artesanos de este pueblo por ser el familiar y haber realizado el trabajo de campo entre sus vecinos, que han querido recordar de su memoria los antiguos oficios y contármelo para que yo lo trasmita en estas líneas. Ya quedan pocos rastros de aquellos viejos oficios,  han desaparecido los talleres, y los locales que servían para ellos hoy cumplen otro cometido. Un  molino persiste, pero ya no muelen, dos lagares de cera que no producen, pezgueras que no dan pez o una herrería sin yunque donde martillear los metales. Con todo y ello he conseguido el testimonio de aquellos que quedan, de los que viven de sus recuerdos y amor aquel oficio que desempeñaron durante años y que sus padres les trasmitieron.

Tengo que decir que todo han sido facilidades a la hora de pedir información e incluso enseñarme las herramientas y fotografiarlas. En los ojos de mis interlocutores se veía las ráfagas del orgullo de haber desempeñado el oficio, tanto el como si lo hubiese realizado su padre o su abuelo, o como conservaban las herramientas, muchas de ellas elaboradas por la misma familia y guardadas como reliquias de tiempos pasados. Y no faltaron las numerosas anécdotas divertidas  que me contaron de sus trabajos que no las voy a transcribir por no ser este sitio el oportuno.

Ha sido un placer hablar con Eleuterio Gárate (chispitas), Francisco Perdiguero (Paco el hostias), Alfonso Cámara Alonso (pollito), Ignacio Cámara, Andrés Guerrero (conejín) Alfonso Cámara, Cesar Guerrero, Pedro Herrero, Alarico Rubio, José Luis Molinero (pepi), José Antonio Gómez, José Luis Perdiguero, Senén Rica, Clodoveo Herrero y  Laurentino Rubio, a todos ellos mi agradecimiento por su atención y paciencia conmigo.

En Huerta de Rey se puede presumir de haber contado con numerosos artesanos de todos los oficios existentes, que por enumerar algunos daremos una lista de ellos:

Alfareros, boteros, carreteros, caldereros, bataneros, canteros, cesteros, guarnicioneros, leñadores, carpinteros, ebanistas, panaderos, resineros, cabestreros, cabreros, pastores, muleteros, herreros, molineros, pasteleros, barquilleros, sogueros, gaseoseros, curtidores, tejeros, yeseros, carniceros, alpargateros, pirotécnicos, vaqueros, pieleros, zapateros, sastres, esquiladores, capadores, peluqueros, barberos, cereros, apicultores, etc. pero si de Huerta   podemos destacar un oficio es el  arriero, medio pueblo se ha dedicado a la arriería.

Para la elaboración del libro, aparte de las entrevistas personales, he consultado numerosos archivos y documentos. El primero el Archivo del Marqués de Ensenada, de 1752, donde se da relación de los habitantes y profesiones. Otros datos los he recogido de los censos o anuarios  y estadísticas elaborados durante años o los listados de empresas de la Cámara de Comercio de Burgos.

No he pretendido que este libro sea una obra académica de los oficios perdidos, solo recordar que el paso del trabajo manual al industrial es un fenómeno que fue inevitable, pero recuperar para nuestra memoria  lo que fuimos, y de donde venimos nos puede ayudar a comprender la vida que hoy tenemos y lo que lucharon y sufrieron nuestros antepasados para lograr un bienestar futuro que hoy disfrutamos.

Espero que esta modesta obra, sea del agrado de todo el mundo.

                                                                               Vicente Vivancos Ausin

¡Qué fue de aquellos oficios olvidados¡, por Vicente Vivancos Ausín