sábado. 20.04.2024

Con la Navidad al hombro

Guardamos en nuestras alforjas del vivir todos los relatos de nuestra existencia en un cúmulo de historias y acontecimientos.

 Estos avatares suman tiempos de felicidad y sucesos dolorosos en un mismo compartimento psicológico. La Navidad es un tiempo de celebraciones en familia y con amigos, pero también es buen momento para reflexionar sobre los años vividos. Estos años que transportamos en las mochilas de la existencia, nos deben servir como alimento de la propia psicología y resolver los enigmas de nuestro cerebro y del mundo de las emociones. La estrategia de nuestros pastores trashumantes para encontrar una vía de felicidad en sus soledades y desdichas, era llevar las alforjas al hombro llenas con todo aquello que pudiera vencer al hambre más todos los recuerdos aliados a su propio bienestar. Me sale el tema de las alforjas por hacer una defensa de su carga individualizada en estos días en los que nos publicitan muchas demandas comerciales para ser felices. Hay que comprar viandas, ropas y demás productos  promocionados. Y resolver el dilema de los regalos que nos debemos hacer o no hacer. En este contexto necesitamos aprender a estar en la piel del otro; a mirar a través de sus ojos; a escuchar con un sentimiento de comprensión y ayuda; a dolernos con la pérdida de un ser querido… No resulta idóneo en Navidad hablar de fallecimientos en nuestros pueblos. Hay un Belén instalado en el nacimiento del rio Najerilla en Neila que habla muy alto de una persona que lo instalaba todos los años y se nos fue de la noche a la mañana. Y de un hombre cooperante en la sustentación del pueblo con sus quehaceres y paseos… Aquí cuentan también otras ausencias de gentes de nuestra tierra. Menciono estos fallecimientos por su proximidad en el tiempo, su imprevisión y su edad. Para dar inicio a mi paz navideña me uno al dolor de todas aquellas personas que han sufrido pérdidas irreparables y compartir sus sentimientos.

Se está perdiendo el origen y raíz de estas fiestas navideñas y sus ritos litúrgicos. Nos preparábamos, tras las Semanas de Adviento, para la solemne celebración del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo en el día señalado.  Y las fiestas llegaban con el torneo de campanas, misa solemne y cantos de villancicos. Es una tradición atávica y conviene no olvidar sus fuentes culturales. Seamos o no creyentes. Las fiestas navideñas ahora entran en competición, anticipada y desmedida, con luminotecnias y otras galanuras de interés político. Parece obligatorio disfrutar de la Navidad con las prebendas y demás beneficios comerciales. Pero entiendo que la verdadera Navidad es darnos cuenta de nuestro parentesco con todos los seres humanos. Con todos. Una de las páginas abiertas en nuestro libro de la vida nos habla de guerras, de inmigraciones y de otras situaciones carentes de un mínimo resorte de humanidad.  

Tengo la suerte de compartir mesa y turrones con la familia. Mi alforja está llena. Y nuestra tierra nos abraza con tal fuerza que nuestro campo emocional brinca al son de los Villancicos y volteo de campanas.  Mando mi abrazo extensivo e intensivo a todos y cada uno de mis congéneres. Ojalá pudiéramos meter el espíritu de la Navidad en jarros  Y abrir un jarro cada mes del año. Y beber cada día un trago de buenos deseos. Y compartir la alegría  de la Navidad.  Ese es mi sueño. ¡Felices días y Feliz Año Nuevo¡.

Guadalupe Fernández de la Cuesta

Con la Navidad al hombro