martes. 16.04.2024
Yunta
Yunta de vacas tirado de una carreta.

En los viejos desvanes de la España Vaciada de la zona de influencia de “Tu Voz en Pinares” se depositaron, junto a los enseres en desuso, el tesoro de cientos de palabras que ya no se pronuncian, junto a otras que no se quieren recordar por estar unidas a un pasado donde el esfuerzo físico en el trabajo era tan agotador que a los ancianos les crujía el cuerpo. El intenso dolor que les producía lo combatían con aspirinas. Las nuevas generaciones las desconocen. Algunas de las palabras más antiguas se pronunciaron, quizás, en los balbuceos del castellano allá cuando se escribieron las “Glosas Silenses” en el siglo XI-XII. Otras, como aliaga, anjeo, andurrial, bizmar, caletre, calza, condumio, cordobán, escardar, mostrenco, ñudo, parva, rimero y trilla fluían en el siglo XVII y nos las tropezaremos leyendo Don Quijote de la Mancha. Formaron y forman parte de nuestro acervo cultural serrano y se entrecruzan con otros tantos refranes, expresiones y decires del mismo libro. Si queremos releerlo nos será muy útil acudir a la edición de 2004 de la Real Academia de la Lengua ya que sus notas a pie de página nos dan a conocer el significado de las palabras arcaicas.

Agostero, aguarrada, candajo, carear, engañapastores, mantención, masiega, olma, rastrojera, solisombra, sorda, uñagata y voltineta las podemos encontrar leyendo “Diario de un cazador” de Miguel Delibes, cuya trama se desarrolla en la Castilla rural. Nos será útil tener al lado el “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes” de Jorge Urdiales Yuste. Recoge el significado de 1469 términos populares del mundo campestre de la Tierra de Campos, muchos de ellos coincidentes con los de La Sierra; 329 vocablos no aparecen en el Diccionario de la Academia Española y están en el límite sinuoso del olvido.

Arado

Las palabras nacen, se difunden, se establecen, evolucionan, caen en desuso y desaparecen del léxico en el transcurso de los siglos. Algunas se volatilizaron de las conversaciones, de los libros... agonizaron; bien porque el objeto que designaban había dejado de formar parte de la vida cotidiana o bien porque fueron sustituidas por otras. En el siglo XX desaparecieron 2.800 palabras del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Así ha sucedido desde la aparición del castellano. En la segunda mitad del siglo último con la introducción del sistema métrico decimal se esfumaron los nombres de las antiguas medidas castellanas de capacidad y peso: arroba, azumbre, cántara, celemín, cuarterón, cuartilla, cuartillo, fanega, legua, metadilla, onza, quintal, tomín, vara...

Nuevas palabras se llevan al desván con el vaciamiento de los pueblos. En sus acepciones se insertaron parte de la historia rural dura y rescatándolas ayudarán a definir la realidad de la vida agrícola-ganadera-silvícola de un pasado sin máquinas autopropulsadas que aliviaran el esfuerzo físico humano. Formaron parte de la riqueza de un pueblo, un tesoro encubierto. Estuvieron muy unidas a los trabajos y oficios desaparecidos o en vías de desaparición. Al desván habrá que subir alguna vez para abrir baúles, arcas y cofres empolvados para redescubrirlas porque la vorágine tecnológica de los siglos XX y XXI las ha triturado. El autor de este artículo en una de sus subidas mismo descubrió agramar, espadar, estopa, cordejón, liñueloparcho, calza, leguis… A pie de calle nunca las escuchó ya que habían desaparecido el cultivo del lino y del cáñamo, la industria textil artesanal y se había modernizado el vestuario.HABLA SORIANA

En un enorme baúl del desván se guarda el “Vocabulario soriano”. Contiene más de 800 términos que se van relegando y que fueron extraídos del libro “Diccionario de habla soriana”, de Isabel y Luisa Goig Soler. Abriéndolo se descubren voces tan impactantes como artaguitón de Vinuesa: especie de torta con huevos; ailón de Duruelo de la Sierra: senda del ganado; jícara de Espeja de San Marcelino: tacita pequeña que se usa como medida para elaborar repostería; marzas de Espejón: canciones populares en alabanza a la primavera; nansarón de Abejar: seta (tricholoma georgi); cunacho de Duruelo de la Sierra: cesta que se utiliza para llevar leña; moraga de Muriel Viejo: sopa elaborada con sangre y pan; senso de Navaleno: lento, pausado de movimientos; brozas de San Leonardo: haragán, brusco en sus acciones; culebrilla de Muñecas: relámpago; espurrir de Vinuesa: estornudar...

En un cofre se encuentra un legajo con la «Historia de Covaleda: Punto de encuentro para los entusiastas de la Historia de Covaleda». Contiene el significado de 305 palabras covaledanas: acedera, amante, bizcoba, cachicán, esmocicar, estrucho, madul, mataperra, madul, pínfano, taina...

Libro Hacinas (2)

De un segundo baúl se puede extraer el “Diccionario tradicional del siglo XX de un pueblo serrano-burgalés”, editado en 2011. El objetivo de su edición fue la de ser la memoria histórica del habla del pueblo de Hacinas cuyo modo de vida de sus habitantes cambió drásticamente, a mejor, a partir de los años 60 de siglo XX. El diccionario está conformado por 4.725 palabras y 2375 expresiones (dichos, refranes, locuciones…), repartidos por los diversos campos semánticos. De todas ellas, 1.312 palabras nunca figuraron en la 22ª edición del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Son una muestra de ellas: abocinar, acigüembre, aclaraguas, ajabardarse, alembruño, arranarse, berraña, botecer, cantillar, caudona, cazuza, chinela, chupitel, contenta, corbetera, curra, disuelta, empandinarse, entrijo, esparaván, esqueno, estremijo, jilre, learo, mancorvar, marbillo, mogo, mudiar, oranco, pampliega paturrillo, porreto, quincho, recalzadero, tañuzar, tirabequis, varciar, zamosta, zurramba... En el rico vocabulario hacinense se asignaba un nombre a cada una de las piezas del carro arrastrado por vacas: barandilla, cabezal, cañonera, dentajón, inesta, morrión, palón, pértiga, solera y tentemozo. El arado romano lo componían nueve piezas: cama, dental, esteva, orejera, pezcuño, rabera, reja, timón y velorta.

En un arca se halla el libro «Quintanar de la Sierra: Un pueblo burgalés de la comarca de Pinares» de Pedro Gil Abad, editado en 1986. En uno de los capítulos finales recoge 488 palabras quintanaras: acharranchar, aimón, alfanjía, anavia, baunal, cachiporra, carchón, empotradero, jardo, mostagán, pezguero, sornabirón, tajón, zarragatear, zarria...

En la parte inferior del mismo baúl, envuelto un fieltro con bolitas antipolillas, se descubre el libro «Neila: Una llamada al turismo» de Braulio Valdivieso con 39 palabras neilinas, algunas de ellas relacionadas con el pastoreo: ahijador, ancilla, añino, carea, esquilmo, estibador, legar, legadero, majadero, orro...

En el fondo de una maleta de madera aparecen unas hojas sueltas escritas a máquina con tinta muy diluida con un título con doble subrayado “Diccionario de vocablos usados en Hontoria del Pinar”. Ordenadas alfabéticamente están las acepciones de 768 vocablos hontorianos: abanto, arrecirse, berrionda, blanquillo, cadajón, chichorra, chisca, cornil, cortapichas, cuarterón, hinque, lechigada, rodilla, varciar, zoqueta, zurrucutero...

De un maletín acartonado sacamos las revistas-programas de fiesta de “El Pinachón” de Canicosa de la Sierra de los años 1996 a 2010 donde bajo el epígrafe de “Habla de Canicosa” se recogen unas 200 voces aportadas, en parte, por Alicia Marcos Ibáñez. Significativo es el léxico relacionado con la madera: cabrio, cándalo, costera, cuchillo, esbiro, hornija, jarrio, machón, ripia, tea, tocón, tronca, yezca...

En el mismo maletín aparecen unas hojas sueltas con palabrejas de Palacios de la Sierra: andosca, apuchar, cachimán, chapina, chichote, cuadril, escuerzo, esgurriar (tener diarrea), duéñago (chorizo de baja calidad), jera (destrozo grande), machorra, rancajo, trapajá, turrugón (terrón de arena), zihuambre...

De estos libros y apuntes se entresacan gran número de calificativos despectivos de personas cargadas de mucha ironía: alicate, alipende, almendrero, alubia, apamplado, apanarrado, baldragas, atacuerdas, bailabotes, berzotas, camándulas, catapucheros, cazoletero, chamuscas, confitero, galápago, gurrumio, jardo, jeteado, manga, mangarrán, matapobres, measalves, perijustiana, rompetechos, sacamantecas, sopazas, tuercebotas, ventoleras...

En las bibliotecas capitalinas podemos tropezar con el excepcional “Diccionario del uso del español” de la filóloga María Moliner, que vivió dos años en Almazán (Soria). Contempla 35 palabras autónomas de Soria (ballarte, cucharrena, machuno, perta, pintar...) y 54 de Burgos (abinar, calce, coloño, rostrizo, sietecolores, solano, tarrañuela...). Estas también pertenecen al vocabulario de los serranos.

No ha estado exenta la zona de vulgarismos: cérrimo, PÉrito, vulcar, PÁNtano, estijeras, estrébedes, indición, jarsey, afusilar, alante, amoto, arrascar, bujero, haiga... y un número elevado de palabras que comienzan por “es” que son vulgarismos y que debieran estar precedidas por el prefijo “des”. La escuela y los medios de comunicación han contribuido con su labor para que estén hoy casi totalmente eliminados del habla.

Si tengo que elegir mis palabras preferidas me tendría que quedar con gurruñaita (choza en la copa de los árboles realizada por los niños) y escolingarse (colgarse de las ramas para balancearse) a las que recurro para rememorar los juegos de la infancia; andancio (enfermedad epidémica leve) la escucho todos los inviernos entre las personas mayores; y guzco (dícese a la persona que mete las narices donde no le llaman) y somizo (antipático, poco sociable) se las aplico a los amigos que con insistencia dan la tabarra.

Las palabras señaladas anteriormente no son exclusivas de un solo pueblo. Muchas de ellas saltan de localidad en localidad y de provincia a provincia. La lengua castellana ha sido bastante homogénea en la zona en cuanto vocabulario.

Las recopilaciones léxicas serán una fuente a la que siempre se podrá acudir para recordar que la sobriedad serrana se trocó en fertilidad cuando se trataba de dar nombre a las cosas y, una ventana para conocer el modo de vida, cultura e historia de los serranos en el pasado. Las tenemos ahí... y se están desvaneciendo en la ruta del desuso y aparecen otras en el camino para responden a las necesidades de nombrar elementos de la modernidad. Pasaron de ocupar un lugar habitual en el vocabulario de todos a refugiarse en el de unos pocos... y llegaron al desván donde sabemos que las vamos a encontrar. ■

DÓNDE ENCONTRAR LAS PALABRAS OLVIDADAS

COVALEDA: https://historiadecovaleda.wordpress.com/2013/10/16/vocabulario-de-covaleda-completo/

HACINAS: http://www.hacinasburgos.es/Diccionario/Diccionario.htm#Intro

HONTORIA DEL PINAR: http://www.hontoriadelpinar.es/content/diccionario-de-vocablos-usados-en-hontoria-del-pinar

SORIA: http://www.soria-goig.com/vocabulario/pag_0601.htm

 

 

 

 

 

 

Las palabras empolvadas del desván, por Jesús Cámara Olalla