jueves. 25.04.2024

MAMÁÁÁÁ, por María Sainz de Baranda

Imagino que estas situaciones a muchos les sonará…

-¡Mamááááááá! ¿Qué hay de comer?

-¡Mamááááááá! Me voy a dar una vuelta.

 

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-¡Mamááááááá! ¿Dónde está mi pantalón vaquero?

-¡Mamááááááá! No entiendo esto.

-¡Mamááááááá! Me duele la cabeza…

-¡Mamááááááá! ¡Me está molestando!

-¡Mamááááááá! Me aburro…

Mamá, mamá, mamá.

Pero a veces nos dirigíamos a nuestros padres, con osadía y arrojo, sin gritos en la distancia desde la otra habitación. Íbamos directamente a ellos, cuestión de conseguir nuestro propósito con una actitud más conciliadora:

-Papá, ¿puedo llegar un poco más tarde hoy?

-Pregunta a tu madre -respondían sin pestañear y sin perder un atisbo de respetabilidad.

Ya después, con la experiencia, que era un grado, les decíamos directamente, sin ambages:

-Papá.

-¡Sí?

-¿Sabes dónde está mamá?

Siempre. Mamá.

Típicas situaciones que se pueden ver hasta en aplicaciones, como Instagram o Tik Tok, en las que, muchos influencers han sacado partido del tema de manera recurrente, viendo el filón que tiene. Generalmente, suele ser un hombre disfrazado con una peluca canosa, imitando a una madre con bata de casa y zapatilla (o chancla veraniega, eso ya depende del estilo de cada uno) en mano, que atiza con ella a sus vástagos a la menor señal de revuelta y rebeldía. Incluso a veces, se les otorga poderes sobrenaturales. Son graciosos, sí, mucho, y reconozco que con algunas me ha salido una carcajada o dos.

Hoy me encantaría haceros justicia, ya sin trivializaros ni sacar el lado cómico. Llega vuestro día, madres, que siempre os habéis ocupado de todo. Tenéis todas las profesiones del mundo en una: economistas de familia, médicos de urgencias, personal shopper, contadoras de cuentos, cocineras con mil estrellas, mediadoras de conflictos varios y diarios, besadoras oficiales de príncipes y princesas de la casa, profesoras particulares, planificadoras absolutas, guardadoras de secretos, detectives privadas, vigilantes de la paz, incansables guerreras, luchadoras de su prole, defensoras de causas perdidas y animadoras sin pompones ni gloria. Y me quedo corta. Sois nuestras perfectas imperfectas, aquellas que nos habéis guiado y dirigido para sacar la mejor versión de nosotros mismos. Queríais que nos superáramos día a día, y por ello, eráis tan exigentes.

Algunos podrán realizar ciertos reproches. Sí, hubo muchas cosas de las que carecimos, materiales e inmateriales, por diferentes causas. Cabe preguntarnos en estos momentos y reflexionar si ellas tuvieron tanto, si podían dárnoslo o no. Olvidamos que son personas con un bagaje emocional que, en ocasiones, nos negamos a ver y nos ayudaría a comprenderlas mejor. A veces son duras, han creado sus propias barreras, la vida las ha hecho así. Pero recordemos lo que sí tuvimos y lo que nos hizo mejores, haciendo de nosotros una versión 5.0 de la inicial.

Me encantaría haceros un pequeño presente a todas, os lo merecéis. No con un regalo o un detalle de obligado cumplimiento por ser vuestro día, sino con un gesto difícil, uno que saque esos sentimientos, que nuestro recio carácter castellano bloquea dentro, con un nudo invisible que es complicado desatar. Nos cuesta tanto hablar de nuestros sentimientos… ¡Seamos valientes! Dais amor incondicional, y os conformáis con una sonrisa, un beso o una leve caricia, que, desgraciadamente, escasean últimamente por lejanía y distancia, no por ganas.

Sería precioso estar a vuestro lado, mirándoos a los ojos, tantas veces cansados por todos vuestros esfuerzos y fundirnos con vosotras en un abrazo tan fuerte, que transmita todo el calor de nuestros corazones, mientras os decimos:

-¡Te quiero tanto, mamá!

Seguro que vuestra sonrisa después de esto ilumina la mayor oscuridad que nuestra alma pudiera retener. Luz y guía, como un faro en nuestra vida. Nuestro norte, nuestra musa.

GRACIAS POR TODO, MADRES.

MAMÁÁÁÁ, por María Sainz de Baranda