jueves. 28.03.2024

Querido pueblo, por María Sainz de Baranda

Todo lo bueno tiene su fin, una verdad como un templo. Parece que fue ayer cuando estaba haciendo las maletas, eligiendo qué llevarme, lo que me iba a poner y el “porsiaca” tan característico que engrosa el equipaje casi al doble, como la levadura con los bizcochos o el pan.

 

2021050111250529028
2021050111250529028

Ese viaje de ida, tan esperado y ansiado, en el que parece que los kilómetros son más largos de lo normal, se disfruta por la recompensa de la llegada. Y cuando ya se te ve, a lo lejos, en ese punto en el que siempre competía con mi hermano, para ver quién ganaba, y decíamos “¡Veo el pueblo!”, el corazón late feliz, sonriente. Es en ese preciso momento en el que abro las ventanillas del coche para oler tu esencia, ese perfume a resina que muestra tu fuerza y pureza.

Una vez allí, es la vuelta a lo familiar, las viejas costumbres cotidianas, ver a los seres queridos, los paseos por esos privilegiados montes y parajes que posees y que debemos seguir conservando, como el tesoro que son, pero que, en muchas ocasiones, no apreciamos en su totalidad, por desgracia. Lo que guardas en esos bosques de pinares, hayedos y robledales es uno de los regalos de la naturaleza que más hay que cuidar y mimar. Tenemos que darnos cuenta del maravilloso legado que nos das, que recibimos de nuestros antepasados y que hemos de dejar a las generaciones futuras, a aquellos que nos siguen.

Gracias a ti, he fraguado amistades que van más allá de todo, con las que podría ir al fin del mundo, lo sé, ya hemos vuelto de allí un par de veces. Son las de toda la vida, con nuestras cosas y nuestra “pedrada” particular, lo que hace que seamos más conscientes, no de las debilidades, sino de nuestras fortalezas. Allí todos formamos parte de ese cosmos, somos alguien, y todos “casi” nos conocemos, o en persona o por: “¿Te acuerdas de aquella mujer que nos cruzamos ayer en la carnicería con la que hablé de tus abuelos? Pues la hija. Que sí, ¡cómo no vas a saber quién es!”. Nada tiene que ver con el anonimato de la ciudad, donde solo se es un número más.

¡Qué decir de tu tiempo! A veces eres tan extremo que nos tienes a todos muy despistados. Pero, siendo sincera, gracias a esas frescas noches, se duerme muy bien, y eso, en verano, es de agradecer. Aunque, de vez en cuando, nos podías dar un poco de margen con ese viento que peina tus ya solitarias calles.

Me dejo muchas cosas que comentarte en el tintero, como las “no” fiestas (circunstancias pandémicas mandan) que espero que para el año que viene, sean ya afirmativas (que no positivas, ya que utilizar en esta época ese término ha adquirido un sentido peyorativo, ¡qué pena!), ir a asar ricas chuletas al monte, las caminatas a la piscina (una excusa como otra cualquiera para seguir de charla), los días de mercadillo… Tanto y tan poco espacio, y, sobre todo, tiempo.

Hoy ya me veo haciendo de nuevo la maleta, pero esta vez el ánimo no acompaña. Voy a echar de menos a mi familia y amigos, tus gentes, tus espectaculares paisajes. En definitiva, todo. Pero no te preocupes, esto no es un adiós, es un hasta pronto.

Nos vemos el finde, aunque te echaré de menos:

María Sainz de Baranda (ya sabes, la de “la” Basi, sí, la sobrina del Chino)

Querido pueblo, por María Sainz de Baranda