Son dos realidades distintas las de un municipio grande, como es el de Soria, al gobierno de la Comunidad más extensa, y una de las más despobladas, de Europa. Casi nada tiene que ver regir un ayuntamiento con manejar un Ejecutivo regional.
Cree Carlos Martínez que en Soria se ha realizado una gestión insólita. Que se ha cambiado la ciudad de cabo a rabo, y que ahora estamos insuperablemente mejor que cuando Virgilio, Javier, Eloísa o Encarna regían los destinos municipales. Lo mismo he escuchado a Javier Lacalle en Burgos, Óscar Puente en Valladolid o Fernández Mañueco en Salamanca. Todos se muestran convencidos de haber dado a las urbes en las que han gobernado un giro de 360 grados.
Y es verdad. Ha cambiado la fisionomía, servicios, infraestructuras y dotaciones que hoy tienen esas ciudades medianas o pequeñas que conviven en Castilla y León. Buena parte de ellas se han comido a los pueblos de la respectiva provincia, han engordado a base de subvenciones a macropoyectos que se han planificado y no han llegado a fructificar, y han dado lavado de cara a los centros de la ciudad para que exclamemos aquello de “Vaya cambio que ha dado esto”.
Por desgracia, en los polígonos de Soria apenas se han generado nuevas empresas, la mayoría de los chavales que ahora estudian y se forman en Soria se van a ver obligados a emigrar. Los que se quedan, van a tener serios problemas para afrontar los gastos de vivienda, - uno de los más altos en función de la población- , y van a vivir semiaislados en una tierra con sólo unos tramos de autovía y una única conexión ferroviaria con Madrid.
El ‘Modelo Soria’ es un fracaso. Lo es ya que quienes lo han forjado piensan más en su propio proyecto personal que en el de una Comunidad. Están haciendo lo que ellos mismos criticaban cuando otro partido gobernaba la institución local: acumulación de cargos, unanimidad en la elección de candidatos sin apenas debate y confrontación, oscuros acuerdos urbanísticos, varias legislaturas con el mismo candidato a las elecciones locales, formación de una camarilla en su entorno a la adjudican, amamantan y protegen,…
Estoy convencido de que Castilla y León se merece un nuevo proyecto. Pero un cambio de verdad. No las mismas políticas con otras personas. Gente que crea en el territorio y sus posibilidades. Candidatos que entiendan a las zonas rurales, no que las hagan desaparecer. Necesitamos personas que haga Comunidad, y no sigan al dictado las decisiones del partido político al que se deben. No hay que trasladar modelos, sino aplicar políticas que funcionen en cada territorio. Menos autobombo y más realidad.