jueves. 23.01.2025

Las máquinas están llegando. O reaccionamos, o podría ser nuestro final.

Creo que lo he dicho en más de una ocasión. Edimburgo es una de las ciudades más bonitas del mundo. Si Burgos forma parte de mi alma, la capital de Escocia es sin duda un pedacito de mi corazón. Allí pasé dos años maravillosos no exentos de mil aventuras y dos mil dificultades. Trabajé en el nacimiento de Scotlantrips, una fantástica agencia de turismo que en la actualidad gestiona Alberto Carlos, un gran amigo que además es natural de la preciosa localidad de Covaleda. En aquellos primeros compases, ambos definimos los objetivos de la empresa y también la estructura de un proyecto turístico que ha logrado posicionarse como una de las mejores compañías para viajar ahora mismo a uno de los países más enigmáticos y atractivos del mundo. Además, motivado por mis ganas de mejorar el idioma y también por mis capacidades comunicativas, tuve la gran oportunidad de poder trabajar en atención al cliente del Mc Donalds de Princess Street, el más importante y reconocido de esta imponente e histórica ciudad. Allí pude fajarme en todas sus secciones y logré comprender cómo se arma una de las empresas internacionales más importantes a día de hoy. Allí entendí que el trabajo en equipo, la cercanía y el trato atento y amable al cliente eran claves ineludibles para lograr el éxito en esta empresa que tiene sedes en prácticamente todas las grandes urbes del mundo. Pues bien, les cuento esto porque hace unos días, al salir del gimnasio, me apeteció comerme una hamburguesa y unas patatas fritas en el Burger King de Burgos, el gran competidor de MC Donalds. Me acerqué a la caja y traté de pedirle a un chaval joven, un tanto desmelenado, mi pedido. Estaba liado y su única respuesta fue que me dirigiera a la máquina. Le dije que no me importaba esperar y que además no tenía tarjeta de crédito. Su mirada cambió y empeoró haciéndome saber que no me iba a atender. Le dije que entendía su apuro y que comprendía, porque había trabajado en la misma situación, que estaba estresado. Pero también le hice saber que su obligación era atender a los clientes sin escudarse únicamente en la máquina. Al ver que, finalmente, no me iba a atender, le comenté que se estaba jugando una denuncia y que además las máquinas jamás deberían estar en ningún sitio para resolver el problema de los humanos. Porque, como le expliqué, de seguir así en muy poco tiempo habrá dos o tres máquinas más que terminarán por hacer su trabajo en menos tiempo y a menor coste. Por lo tanto, su falta de rigor y profesionalidad pronto podría ser su final y el de sus compañeros en esa oficina de Burger King en Burgos. No hizo mucho caso. Es lo que tiene ser un joven que no piensa demasiado. Por desgracia, tarde o temprano se dará cuenta de yo ese día y a esa hora, llevaba razón.

Las máquinas están llegando. O reaccionamos, o podría ser nuestro final.