viernes. 26.04.2024

Ser y no estar

En el monólogo del personaje Hamlet, obra de teatro de Shakespeare, sitúa la vida y la muerte en una profunda disyuntiva entre existir o no existir; estar o no estar; vivir o morir… “Ser o no ser, esa es la cuestión”. 

.Esta frase es la pregunta esencial que se hace Hamlet ante la experiencia humana del  sufrimiento, ante la fatalidad de los hechos y las dudas que le asaltan. Estamos en el contexto histórico del siglo XVI con un discurso argumental y una sensibilidad diferentes a las inquietudes y razonamientos de hoy. Nosotros hemos tejido nuestra historia con los diferentes hilos del vivir. ¿Y cuál es la razón que me ha llevado a Hamlet? Soy vieja, o dicho de otro modo, mayor. Y cuando en estos tiempos se entra en la vejez, vemos una sociedad ajustada a los modelos de juventud para toda la vida. No se pone fácil la existencia a los viejos porque los colectivos en edades de merecer, sucumben a la idea de que somos una generación “sobrante” a los que, encima, hay que pagar una pensión. En el pasado, cuando llegar a viejo era excepcional, se admiraba mucho a quien lo conseguía. Y mantenían los cuidados y la relación afectiva. No obstante, a pesar de que la vejez implica un declive, la experiencia del vivir es una escuela de aprendizaje. Y tenemos mucho que enseñar. También a los grandes “jerifaltes” mundiales. Por sus proclamas. Un primer ejemplo lo sitúo  en el vicegobernador de Texas, en Estados Unidos. Este señor pregona a los cuatro vientos que “Los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir para salvar la Economía”. Otro de tal calaña, el ministro de finanzas de Japón, dice que las personas mayores “deben darse prisa en morir para aliviar los gastos del Estado en su atención médica”. Algo similar, sin ir más lejos, se ha vivido en las Residencias de Mayores de la Comunidad de Madrid con sus correspondientes decesos a causa del coronavirus. La siguiente afirmación, que no me deja indiferente, es la que ha hecho la Presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde: “Los ancianos viven demasiado y es un riesgo para la Economía Mundial. Tenemos que hacer algo y ya.”

            “Somos” seres humanos y “estamos” viviendo de aquello que hemos ido generando con nuestro esfuerzo y trabajo. Sabemos de las dificultades del vivir en las zonas rurales donde ni nos buscan, ni nos encuentran. La vejez es una cuestión de respeto en un mundo civilizado. Y no sobramos. Hacemos falta en la relación de los afectos, de la razón, de la tolerancia, de la fortaleza… No hablo en pasado, porque nuestro presente es vital. “Los que están siempre de vuelta de todo –dice Machado-  son los que no han ido a ninguna parte”. Algunas personas se parecen a los libros de la biblioteca. Los más inútiles ocupan los puestos más altos. Nosotros no ocupamos ninguna estantería porque los sentimientos del alma los llevamos escritos en el corazón. Algunas de estas emociones las hemos vivido en la Fiesta de los Difuntos con nuestras visitas a los cementerios. Los que llevamos transitado mucho curso en el rio de la vida, anidamos en nuestro campo emocional muchas ausencias. Estos vacíos existenciales pregonan la soledad de las casas en los pueblos. Para esos nombrados “representantes”, las defunciones de mayores son un peldaño positivo para salvar la Economía. Grave error.

La brújula para caminar en el territorio de la vejez es un pacto honrado con nuestra identidad. Somos mayores. Y estamos vivos. Fin de la lección.

Guadalupe Fernández de la Cuesta

Ser y no estar