sábado. 27.04.2024

¿De qué nos han servido 35 años de fondos europeos para apoyar a las zonas rurales?

Las plataformas y asociaciones que dan forma a la denominada ‘España Vaciada’ emitían estos días un comunicado a través de ‘La España Vaciada’ en el que pedían mayor control y transparencia en la llegada de los fondos europeos a las zonas rurales.

Esta alerta-previsión nace de la desconfianza que emana de la forma de proceder a la que nos tienen acostumbradas las administraciones públicas. El Consejo Europeo toma unos acuerdos que debate y refrenda el Parlamento para unos fondos que gestionan los gobiernos de cada uno de los países miembros de la UE, y que administran instituciones y entidades.

En este largo periplo, el dinero va mermando tanto la cantidad como el objetivo inicial con el que se propone su destino. De este modo, los fondos europeos ayudan a financiar aeropuertos que no abren, cárceles que no se ocupan o polígonos que no se llenan. Nos llevaríamos las manos a la cabeza si conociéramos con certeza a qué suelo van a parar estas partidas.

Si desde 1986 se hubieran hecho efectivos los dineros de Europa para el desarrollo rural hoy tendríamos un panorama y perspectivas distintas a las actuales. Es imposible que con tamaña programación de inversiones tengamos unas carencias como las actuales. Una de dos: o el dinero no ha llegado, o si ha sido recibido, se ha administrado mal.

Un ejemplo del dinero que no cumple con sus previsiones iniciales es que se destina a la Política Agraria Común, la famosa PAC. Buena parte de los fondos terminan en el Barrio de Salamanca de Madrid donde viven los mayores terratenientes. Todo en regla, eso sí. Ellos ni siquiera patean el campo, y sin embargo son los mayores perceptores.

 Tampoco cumple con lo que se pretendía el dinero que cae en manos de los agricultores. Inversión 0. Emprendimiento no se sabe. Inmovilidad total. Estamos ayudando a sobrevivir a un sector, y no incentivando su apoyo al riesgo, a la creación de empresas. Es lamentable que en todo nuestro alrededor no se haya impulsado ni una sola empresa dedicada a la elaboración de fideos, son escasas las de galletas y no se ve ni una sola firma dedicada a la elaboración de aceite de girasol, por poner algunos ejemplos.

Para que ese dinero aprobado en Bruselas llegue a su destino, como el agua ‘apresada’ que consumimos a los domicilios, es necesario poner en funcionamiento una serie de mecanismos de control capaces de analizar, inspeccionar, vetar y sancionar el proceso de llegada del botín al que siguen asaltando de manera impune un elenco de bandoleros que campan a sus anchas entre los trámites, papeleo y diligencias. Claro que quizás no convengan estas cortapisas. ¡Ay Madre en manos de quien estamos¡.

¿De qué nos han servido 35 años de fondos europeos para apoyar a las zonas rurales?