Las palabras son poderosas. Son capaces de informar, de persuadir, de consolar, de aconsejar… aunque, a veces, nada hay tan peligroso como oír una promesa positiva y descubrir el incumplimiento de lo acordado. Dice el refrán: “Más vale un “toma” que dos te “daré”. Así que a medida que avanzamos en este mundo de discursos vacíos, de amistades interesadas y de promesas incumplidas ya no creemos la verdad de las palabras que oímos o leemos. Entonces nos vamos directamente a los hechos consumados porque una vez acaecidos, sus efectos y consecuencias subsisten con independencia de los dimes y diretes. Las culpas del fracaso saldrán hacia hombros ajenos a la propia y falsa verborrea. No valen disculpas ni posibles soluciones o acuerdos. Digo todo esto ante tanta profusión mediática y gubernamental de la España Vaciada -nombre surgido del título del libro de Sergio del Molino-, cuya dialéctica es llevar vida a los pueblos a los que se ignora. Y a donde no llega ayuda alguna.
Juzgamos a las personas por sus acciones y logros. Y a los “entes” públicos municipales, autonómicos o estatales por sus soluciones a demandas económicas y existenciales de los vecinos. En los pequeños pueblos, esas necesidades no se escrutan en leyes ni reglamentos extra-municipales. Tales obligaciones se debieran de escribir en una lista hecha en el ayuntamiento como hacemos en nuestras casas con la compra de alimentos u otros enseres, con los recados previstos en el tiempo, con las citas médicas, con las fechas familiares para felicitar… En este listado municipal se pueden escribir prerrogativas varias como la de un taxi de pueblo; la recogida de medicamentos u otros elementos imprescindibles; ayuda al bar y al hotel rural… el acceso por unas carreteras en buen estado... Y con letra mayúscula, una protesta activa para reponer las “Torres de Vigilancia contra Incendios Forestales”. Esta relación de necesidades, y otras que se me escapan, tienen sus soluciones en los ayuntamientos. Y de hecho existirán algunas de ellas cumplidas. Esa es su competencia. No hay que buscar “leyes cualificadas” en legislaturas ajenas a los municipios. Es un hacer de los ediles con su acuerdo y estudio de su economía para dar solución a todos los deberes programados.
Los ciudadanos de los pequeños pueblos, todos, saben del buen servicio y mejor hacer de los “Camiones Tienda” para subsanar cualquier necesidad alimenticia u otras demandas domésticas. No me canso de repetir la gratitud al camión de Roa; a los “Coches” de los Congelados; a los Repartidores Motorizados del pan y a cualquier otro servidor público. Hacer es la mejor manera de decir. Nunca es tarde para emprender un nuevo rumbo en nuestras actividades. Las acciones hablan más que las palabras. Es el lenguaje prioritario del vivir. Y está impreso en el mejor de los libros del querer hacer.
Guadalupe Fernández de la Cuesta